lunes, 25 de marzo de 2013

Una filosofía de combate para una época de crisis y, por tanto, de esperanza

"Por eso, en vez de preguntarnos si la Humanidad va a alguna parte y si toda la malla multicolor que integra la vida tiene sentido, desde el perfume del jazmín hasta los afanes del sabio o el fulgor de las estrellas, debemos aspirar a que su finalidad sea el bien universal." (Félix Martí Ibáñez)



Una filosofía de combate para una época de crisis y, por tanto, de esperanza.

Sí. La necesitamos.

Tenemos que recuperar las mejores aportaciones al pensamiento, la filosofía y la ética. Como comentaba en la anterior entrada, tenemos que buscar el ejemplo y la inspiración en la buena vida y obra de los demás, en el pasado y el presente.

Desde Potlatch Ediciones han publicado el texto de Félix Martí Ibáñez, "El Sentido de la Vida". Félix Martí Ibáñez participó activamente en la lucha antifascista y revolucionaria durante la Guerra Civil Española, convirtiéndose en aquella parte de nuestra historia -en este caso, de la historia más reciente de la península ibérica- que más se nos ha ocultado y se ha alterado o tergiversado. La dimensión histórica es una dimensión esencial del ser humano.

En las escuelas e institutos se nos explica a los jóvenes la historia de los vencedores: la de los oligarcas y privilegiados, la de los reyes y reinas, la de los gobernantes y jefes de Estado, de los generales y conquistadores, de sus pactos, sus mafias, sus miserias y pugnas por el poder, sus guerras y sus patrias, sus "revoluciones" en nombre del progreso y la libertad y su despotismo ilustrado de "todo para el pueblo pero sin el pueblo".

No se explica nuestra historia, la del pueblo, la de la gente de abajo, de cómo durante mucho tiempo convivíamos con instituciones propias de horizontalidad e igualdad y costumbres fraternales, de cómo hemos intentado, a lo largo de muchos momentos de la historia, auto-organizarnos para acabar con la opresión y la tiranía y poder vivir de otra manera diferente a la impuesta por la fuerza y la violencia.

Para mí, una vez que dejé el instituto y la "formación oficial", éste fue todo un descubrimiento revelador.

La idea de que todo el pasado es barbarie y peor que el actual presente, el olvido de las narraciones de grandeza en la historia y de las situaciones mejores es un pilar muy importante del imaginario y de la ideología que legitima el sistema actual, ya que contribuye fuertemente a que se nos pueda transformar en esclavos inmorales, ignorantes y conformistas.

"El Sentido de la Vida" fue escrito en el año 1934 y publicado en el 1937, durante la Guerra Civil. La re-publicación de 2013 cuenta con un prólogo de Félix Rodrigo Mora y Karlos Luckas. Se titula "Una filosofía de combate para una época de crisis y, por tanto, de esperanza". A continuación comparto algunos fragmentos de éste y un enlace al texto entero.

Cada vez somos más personas las que nos damos cuenta de que, sin una re-construcción integral y fundamental de los sujetos a partir de fuertes bases éticas e ideológicas y de un posicionamiento personal de compromiso ante la vida, sin regenerar la humanidad en una medida suficiente, no habrá nada que hacer en el terreno de la emancipación social, quedando la especie humana condenada a un futuro de aún más barbarie, pesadilla y narraciones orwelianas.

Tenemos que ser responsables y retomar, pues, las riendas de nuestras vidas. Las posibilidades que tenemos no las conocemos, porque en gran parte las construiremos nosotros, y toda acción y conquista de la dignidad será un bien en sí misma.

Cuando Félix Martí decía que filosofar es escudriñar horizontes vitales no se estaba refiriendo a un mero ejercicio contemplativo, apuntaba a los problemas, a las preocupaciones y disyuntivas del hombre en la vida real. La cuestión era «tratar de discernir con certeza qué uso debo hacer de esa vida a la que se me lanzó sin previo aviso»; y en esa reflexión se culmina con la necesidad de relacionar los dos aspectos claves de la filosofía: la búsqueda de la verdad y la finalidad moral, en el sentido socrático más clásico. Por lo tanto, da al concepto de verdad una orientación íntegramente ética, algo que va bastante más allá del conocimiento lógico, empírico o científico, sin cuyo halo espiritual quedaría convertido en mero ejercicio intelectualista y abstracto. Es justamente ahí donde encontramos en F. Martí su diferenciación con la elitista y antidemocrática voluntad de poder de Nietzsche, cuando antepone la razón y el conocimiento a esa voluntad de los filósofos energéticos de occidente. Así vemos cómo, precisamente, su pensamiento filosófico no va orientado a la mera contemplación del mundo sino a su transformación radical.
El estudio de los valores ha de constituir, por sí mismo, una reflexión necesaria para llevar una vida digna. Pero mucho más para aquellos que deciden dar un sentido a la vida orientado hacia la creación de una sociedad cualitativamente mejor. Los más grandes pensadores clásicos insisten en la idea de que se vence por virtud, que cuando el objetivo consiste en transformar una sociedad enferma y agónica como la nuestra, la calidad de los sujetos constituye la cuestión esencial. Por tanto, solamente sujetos de calidad podrán llevar a cabo las tareas más elevadas y duras. En unos momentos en que el economicismo y el politicismo ramplón nos empuja a una defensa pueril del pasado inmediato de sociedad granja es cuando más hay que reivindicar las grandiosas palabras de Plutarco: «Alejandro vence por virtud», adecuándolas al siglo XXI. Por lo tanto, si el sujeto de hoy no se reconstruye, no se refunda, con soporte en unos valores adecuados a una espiritualidad que se base en la verdad y en la humanidad, no será posible avanzar ni un solo paso. Una espiritualidad que sea lo opuesto a los principios morales que se promueven y dominan: egolatría, codicia, cobardía y barbarie. Una espiritualidad que signifique «desprendimiento, generosidad, grandeza de alma y amor al bien». Esto tendrá que significar la derrota del código esencial de los valores dominantes: como la idea del éxito con base en la acumulación de riqueza; la defensa borreguil y garantista de la supervivencia personal por medio del Estado asistencial; la idea misma de «felicidad» eudemonista impuesta por el Estado y los ideólogos del liberalismo y el proletarismo, a la par; la obsesiva pretensión de «vivir» en estado permanente de «placer», herencia del hedonismo embrutecedor de siempre; y la obsesión por alcanzar la meta de la realización personal, de corte psicoanalítico y protestante, tan postmoderno y anglosajón, mediante el medro profesional, sobre todo en las organizaciones jerarquizadas del Estado.


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Homenaje a Cataluña (libro de George Orwell en el que explica sus vivencias como luchador durante la Guerra Civil Española unido a la milicia del POUM)

Tierra y libertad (película de Ken Loach basada en el libro de George Orwell, "Homenaje a Cataluña")

La insignia (poema citado en el prólogo, escrito en 1937 por León Felipe, otro luchador en la Guerra Civil Española)

La democracia inclusiva como proyecto político para una nueva síntesis libertaria (charla de Takis Fotopoulos donde plantea una visión de la historia como resultado de la interrelación entre dos tradiciones opuestas: la tradición de autonomía y la de heteronomía)

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